11/07/2022

Voluntarias asisten a refugiados ucranianos en Polonia

Fátima estudia 3º de publicidad y relaciones públicas en la Universidad Villanueva. Es de Pontevedra y vive en la residencia universitaria Navacerrada. Gracias a su iniciativa, ella y otras ocho voluntarias estuvieron en el mes de junio en Cracovia colaborando con la ONG Internationaler Bund Polska en la atención a los refugiados ucranianos. Durante esos días repartieron alimentos, ayudaron en la logística y limpieza de comercios y conocieron más de cerca la situación de algunas familias.

María José y Elena, dos de las voluntarias que se embarcaron en este viaje, señalan que les impresionó la manera en la que el pueblo polaco se ha volcado para ayudar y acoger a los refugiados ucranianos.

El primer día estuvieron en una carpa repartiendo alimentos, primero en la estación de tren y después en el consulado ucraniano. Allí conocieron a Alex, un joven ucraniano de 21 años que no había sido llamado a combatir porque padecía cáncer. Vino solo a Cracovia y comenzó a colaborar en un comedor sirviendo comida a otras personas refugiadas. «Este chico nos contó que el horror que vivió en Ucrania es mayor que el que él observa en los medios de comunicación», comenta Maria José.

Otro día fueron a visitar a familias a las que llevaron material escolar que trajeron desde España. Las voluntarias cuentan que les sorprendió el gran recibimiento que tuvieron por parte de las familias, que conocían con antelación que iban a recibir su visita, y que, ante ello, les agasajaron con comida.

Los padres de las familias están en la guerra. Durante los primeros meses, los niños ocupados por el colegio y sus estudios, no preguntaban tanto por ellos. Pero una vez finalizado el curso, comienzan a preocuparse más y a cuestionarse dónde se encuentran. Elena relata que le sorprendió la madurez del hijo mayor de una de las familias, de tan solo 10 años. «Me parecía que sentía de un modo especial la necesidad de colaborar con su madre en la la atención de sus hermanos menores», afirma.

Otro día estuvieron en casa de una mujer polaca con 7 hijos llamada Magda. Tiene un piso en propiedad que alquilaba para teletrabajar. Con el comienzo del conflicto lo habilitó para albergar a 7 mujeres ucranianas. Entre ellas, Verónica, de 31 años, quien antes soñaba con viajar fuera de Ucrania y conocer países extranjeros. Ahora lo único que desea es volver a casa algún día y permanecer allí, disfrutando de nuevo de su hogar.

«Nos impactó conocer las profesiones que tenían estas mujeres y su vida antes del conflicto. Perfectamente nos podría haber pasado a nosotras. Son gente corriente, que vivían como nosotras y la guerra cambió bruscamente sus vidas», comparten Maria José y Elena.

Otro elemento que sorprendió a las voluntarias fue la solidaridad y hermandad que tienen los ucranianos entre sí. «Las mujeres contaban que al llegar a los trenes que les iban a llevar a Polonia, algunos tiraban su equipaje y se quedaban con lo puesto para que cupiesen más personas en los vagones», cuentan María José y Elena. «Esta experiencia nos ha ayudado a humanizar la situación de los ucranianos, a poner cara al término refugiado y a contemplar en persona las dimensiones emocionales y circunstanciales que su significado tiene», sentencian.