La alpinista española fue la primera mujer en ascender a los 14 ochomiles del planeta. Pero, más allá de la imagen de ídolo femenino del deporte mundial, en esta entrevista de “Personas de Bien”, nos muestra su lado más humano, y lo que le ayudó a salir adelante, cuando estuvo al borde del abismo.
La montaña ha sido para ella su camino, su vida, y una gran maestra. Escalar a las alturas, la ha llevado también a ascender por un arduo camino de crecimiento personal. Y es que se define como una persona con mucho tesón, que cuando se pone un objetivo, trabaja duro hasta el final. “He visto que en la vida no es nada fácil conseguir las cosas y no se puede tirar la toalla a la primera de cambio. Hay que aprender mucho de los errores. Y eso me lo ha enseñado la montaña. (…) La montaña me ha transmitido muchísima generosidad, mucha libertad. Vivimos en un mundo en el que todo corre muy rápido, y en una sociedad muy envidiosa, en la que miramos mucho a lo que hace el de al lado. Y la montaña a mí me ha enseñado que no es así. Que siempre estaba allí, que cuando íbamos no entendía ni de sexos ni de quién tenía más o tenía menos, ni de quién era el más fuerte y quién era el más débil…”
Pero tiene muy claro que, a lo más alto, nunca se llega solo, porque uno no consigue nada grande sin un buen equipo. Y para liderarlo hacen falta personas que sepan que no son los mejores, sino que están ahí para ayudar: “Porque tú seas el líder no es que sepas de todo, ni eres el mejor de todos. Un buen líder es el que sabe transmitir su pasión, sabe escuchar, y gestionar su vulnerabilidad. Y no pasa nada si en un momento dado tienes que decir no sé hacer esto o necesito ayuda”.
Ella lo sabe por experiencia, porque no dudaba en pedir una cuerda en la montaña, cuando no se veía capaz de subir sola, y porque tampoco dejó de pedirla cuando se tuvo que enfrentar a una de las más duras batallas de su vida: la que libró contra la depresión. “Me decían ¿Como una persona que tiene fuerza para subir 8 mil metros está que no puede ni salir de casa, con una depresión y que la tengamos que ingresar en un hospital? Pero a todos nos puede pasar esto. Yo no encontraba un sentido, un camino”. Y envía un mensaje de esperanza a quienes pasen por algo así, porque ella sabe que sí hay camino de vuelta, aun cuando se ha llegado al límite: “La persona que intenta suicidarse no quiere morir. Y quien lo consigue es porque no ha encontrado a nadie que le ayude. Yo les diría hay esperanza, todo el mundo sale de allí. Yo he intentado suicidarme dos veces. Y ahora me preguntas y digo yo quiero seguir viviendo, y quiero morir como mi abuelo a los 92 años, rodeado de su familia”.
Su mayor reto ahora es devolver a los demás, de algún modo, tanta ayuda que ha recibido, para lo que ha creado una Fundación: Montañeros por el Himalaya, que trabaja por la educación de los niños de Nepal, que ha sido para ella como su segunda casa.
No te pierdas la entrevista íntegra de Edurne Pasabán, y el resto de la serie de Personas de Bien. Un proyecto de Patricia Ramírez y Cooperación Internacional, con la colaboración de VidaCaixa.