Somos muy consciente de lo que valen nuestros voluntarios y de las ganas que tienen de ayudar. Pero siempre viene bien que personas ajenas valoren el trabajo de los jóvenes con los más vulnerables.
Este ha sido el caso de Klaus Gimpel, responsable de Marketing Estratégico en ALD Automotive. Klaus, junto a alguno de sus compañeros, pudo hacer una ruta con personas sin hogar. Con esta iniciativa, pudo ver en primera persona el trato y la atención de los voluntarios con las personas que viven en la calle, en Madrid. Reflejó esta experiencia de voluntariado corporativo en una carta. Un homenaje directo a los jóvenes que dedican su tiempo a los demás.
“Hoy he conocido a un grupo de héroes que ha decidido dejar su capa en casa y salir a la calle con un termo de café y unos sándwiches. Héroes que tienen vidas de chavales que aún no han acabado sus estudios y que están empezando a incorporarse al mundo laboral. Héroes a los que no les importa madrugar un domingo después de haber salido a disfrutar de la noche del sábado como haría cualquier joven de su edad.
Héroes que me han enseñado que tenemos dos orejas, pero solo una boca. No por casualidad, sino para aprender a escuchar lo que otros tienen que decir. Escuchar desde la misma altura que nuestro interlocutor para que este no se sienta inferior porque solo el hecho de estar sentado en el suelo ya le pone de manera inconsistente en una situación bastante complicada. Una mañana recorriendo a su lado las calles de Madrid me han hecho entender que depositar unas monedas en un plato te puede dar paz interior, pero no arregla una vida rota. El verdadero bálsamo se encuentra en una conversación anhelada que permita sentirse parte de una sociedad compleja a quien está a los pies de los transeúntes que miran escaparates y esperan que sus teléfonos móviles les muestren el último mensaje viral que borrarán de sus memorias a los 5 minutos.
Héroes que me han dado la oportunidad de conocer a los protagonistas de vidas rotas, a los que la vida les ha arrojado a la calle. Matemáticos con trastornos obsesivos compulsivos, jubilados cuya pensión únicamente les permite una cama donde dormir, jóvenes que cometieron el error de alejarse de sus familias y ahora les avergüenza acercarse nuevamente a ellas, empleados de hoteles, bailarines y hasta una pintora que durante el día plasma su arte en el edificio de Tabacalera y la noche la pasa durmiendo en un portal junto con sus compañeros de penas, esperando a que llegue el día 25 para ser remunerada por su trabajo. Personas cuyo único error cometido ha sido caer en un círculo vicioso del que difícilmente podrán salir sin la autoestima lograda porque alguien les dedique un rato de sus vidas para entablar una conversación. Personas todas ellas, que nos han despedido con una sonrisa sin no antes compartir con nosotros todo lo que tienen: sus vidas, recuerdos y sus esperanzas.
Héroes anónimos que se organizan cada fin de semana para pasar por el banco de alimentos, preparar unos sándwiches, unos cafés, caldos calientes y algo de fruta que poder compartir con personas más anónimas aún. Héroes que, mientras ven en casa la última serie de Netflix, graban un mp3 con música para hacerle a alguien la vida en la calle más llevadera y que redactan cartas para que otros puedan mantener el contacto con familiares que probablemente desconozcan que sus remitentes dictan desde unos cartones recogidos para pasar la noche.
Héroes que son legión y esperanza para otros muchos. Héroes con más de ochenta abuelitos, como decía uno de ellos orgulloso. Héroes con el cielo ganado y hoy mi respeto y admiración”.